Por Pedro Gómez (Preparador Físico Albacete Bpie) – pedrogomez7@hotmail.com/ @pf_gomez

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Desde la sentencia de Napoleón (La mejor defensa es un buen ataque), pasando por la aparente obviedad del todavía “nuestro” presidente del gobierno en una reciente tertulia radiofónica (La mejor defensa es una buena defensa), a mí me siguen creciendo las canas convencido de que al igual que la mejor defensa es tener buenos defensas, el mejor ataque es tener buenos atacantes.

¡Sí!, ya lo sé… solo te pido que no me castigues todavía negándome el voto y permíteme que te enumere algunas de las propuestas de mi programa “pro talento individual”… te aseguro que ni una embolia vacacional ha obstruido mis circuitos de reflexión y claridad, ni la derrota frecuente me hace escribir sandeces en busca de consuelo.

Y es que, en un contexto en el que se manejan y manipulan estadísticas para salvar nuestro culo, no hay mayor corrupción a la verdad que asegurar que mi equipo defiende o ataca bien por el simple hecho de llevar pocos o muchos goles a favor y en contra, independientemente de lo que sea capaz de generar o conceder.

Si tengo un portero que detiene la mayoría de lo que concedo y un delantero que mete más de lo que genero, ¿no serían las alabanzas a mi manera de defender y atacar una ilícita tarjeta black que indignaría a aquellos colectivos mileuristas que basan su rendimiento en el colectivo porque no pueden pagar talento?.

Dejemos la hipocresía y las ganas de aparentar a un lado y llamemos a las cosas por su nombre pues no hay mayor antídoto a un colectivo bien organizado que un talento desproporcionado… ¿o  es que nadie se dio cuenta de cómo dos genialidades inentrenables a punto estuvieron de tirar al traste un magnífico planteamiento de Víctor y su Deportivo de la Coruña la semana pasada en Barcelona?.

El talento ofensivo, y defensivo (que también lo hay), innato en ambos casos, se paga con dinero y no tiene cabida en nuestro endiosado método de entrenamiento, es un rebelde independentista al que adoramos cuando juega en nuestro equipo y difícilmente digerimos cuando nos toca sufrirle, una amenaza al funcionamiento colectivo que tratamos de vender y mejorar con nuestros entrenamientos y un fantástico aliado a la hora de renovar y mejorar nuestros contratos.

Que no haya talento para todos o más bien que todos no tengamos el suficiente dinero para comprarlo nos lleva a un callejón gestionado por un régimen político donde el colectivo es más que la suma de las aportaciones individuales y donde nuestra única salida, esta vez sí, pasa por construir y generar comportamientos colectivos que me permitan conceder poco y generar mucho con futbolistas menos buenos…¡he aquí el arte de entrenar!.

Supongo que como muchos, soy un enamorado del talento. Poco o nada entrenable y bastante de “gestionable” intento que, más allá del resultado final, una vez haya arrancado mis aplausos no me condicione a la hora de sacar las pertinentes conclusiones “futbolísticas” de un partido de fútbol pues entiendo que hay individuos que son mucho más que el colectivo y que ganarían igual con o sin nosotros.

Paralelamente, y supongo que por sentirme más identificado con la pobreza, mi primer amor fue y será el colectivo, incapaz a veces de frenar al talento pero sí preparado para provocar sensaciones mucho más románticas y gratificantes lamentablemente no siempre reconocidas por el capitalismo clasificatorio.

Y es que en un circo en el que predomina la lógica simplista y la reflexión provoca urticaria, no es requisito ver y analizar los partidos para concluir que aquellos que ganaron y metieron muchos goles atacaron muy bien, y aquellos que perdieron defendieron muy mal…el individuo es secundario, el talento producto del entrenamiento y el resultado, para bien o para mal, atribuible al colectivo y al entrenador.

Entonces, ¿Talento o colectivo?… ¿por qué no lo dos?- Le diría yo a mi jefe.

¡Pero cuidado!, que nadie lea entre renglones para caer en confusiones interesadas , que los pobres tengamos que entrenar más no quiere decir que los ricos y con talento no sepan hacerlo y no lo hagan. La prueba más evidente de que esto es posible es que cuando ambos se conjugan, se ganan 5 títulos por temporada.

Ya para terminar con esta jornada de reflexión postelectoral, subrayar que yo quiero mucho a los míos y a día de hoy no los cambio, pero ojala algún día tenga talentos de 100 millones que me hagan ganar más partidos ;).

¡Felices fiestas amigos!

Fuente: http://www.futbolcontextualizado.com/blog/?p=863